“Las señoritas de Avignon” es en realidad “Las señoritas de la calle de Avinyó”, una calle de Barcelona donde abundaban los burdeles. Picasso representa en esta obra a cinco prostitutas barcelonesas y lo hace de un modo inédito hasta entonces provocando un terremoto en el mundo artístico.
Esta obra se considera el manifiesto cubista, supone una revolución técnica, rompe con las pautas artísticas establecidas desde el Renacimiento, marca un antes y un después en la Historia del Arte y da paso a la primera vanguardia: el Cubismo.
La obra se ejecuta entre 1906-1907, utiliza la técnica de óleo sobre lienzo, tiene grandes dimensiones (243.9 × 233.7 cm.). Los numerosos bocetos previos muestran que el resultado es fruto de un profundo y razonado estudio. Es la fase de experimentación que conducirá al primer estilo vanguardista.
En el análisis iconográfico observamos cinco prostitutas posando totalmente desnudas o con un velo transparente entre cortinones, todo el conjunto recuerda a las Bañistas de Cezanne, la la Visión del apocalipsis del Greco o al Juicio de Paris de Rubens.
Pero realizando un estudio pormenorizado, podemos subdividir el lienzo en dos grupos de mujeres separadas por un bodegón (un frutero sobre una mesa angular) que de nuevo nos evoca obras como desayuno en la hierba de Monet.
Las tres de la izquierda portan velos sugerentes, sus formas y rasgos han sido simplificados y esquematizados.
La primera recuerda al arte egipcio y la ley de la frontalidad:
Las otras dos mujeres, nos recuerdan a las majas de Goya. Picasso las representa a la manera clásica.
La zona experimental y revolucionaria está en las mujeres representadas a la derecha
Las dos de la derecha, desnudas, posan de manera descarada con caras deformes, con partes de frente y de espaldas. Picasso las representa a base de planos geométricos simultáneos, el rostro recuerda a las máscaras africanas, al arte primitivo e Íbero. Es en este grupo donde Picasso introduce la ruptura.
Entre ambos grupos
Mujeres y bodegón invitan a los placeres terrenales, al disfrute carnal.
El fondo pierde importancia, se diluye en prismas de tonalidades frías -grises, azules y blancos-.
Rompe con la perspectiva, el volumen y la composición clasicista y realista de la pintura. Representa en un espacio bidimensional todos los puntos de vista que tienen las figuras a modo de calidoscopio o rompecabezas. Deconstruye las figuras en planos simultáneos y superpuestos.
Pinta la esencia de la realidad, a base de formas geométricas, prismas y líneas rectas. Recupera el dibujo, el negro y las sombras, elementos totalmente rechazados por los impresionistas.
La paleta de colores se reduce, a la gama de ocres y tonalidades frías (grises, blanquecinos y azules). El color pasa a un segundo plano, para centrar la atención en la la línea, los ángulos, las formas, el uso de los planos… Picasso nos presenta el nuevo lenguaje expresivo y artístico.
El investigador Santiago Sebastián, considera que los contrastes de la obra, representan el conflicto del pintor entre dos concepciones del arte: una tradicional y otra de ruptura y que los elementos plásticos no están desarrollados como valor en sí mismo, sino que están en función de las necesidades expresivas del pintor.